Trachilos, evidencias de bipedismo hace 5,7 millones de años
El bipedismo ha sido uno de los puntos clave a la hora de identificar si un hominino era parte del proceso evolutivo del género Homo o no. Sin embargo, si uno se adscribe al propio término del bipedismo, uno auténtico y permanente sería el de las aves, puesto que el centro de gravedad recae siempre entre sus patas.
El caso de los seres humanos es totalmente distinto: la columna vertebral es casi del todo recta y la vertical del centro de masas del cuerpo coincide prácticamente con ella y pasa por las articulaciones de las extremidades posteriores. Las modificaciones anatómicas obligadas por la postura bípeda humana son muy notables en esqueleto y musculatura.
A la columna vertebral se le añaden el foramen magnum desplazado hacia la parte inferior y central de la cabeza, el alargamiento de los huesos de las extremidades inferiores, el acortamiento de las superiores y los cambios en la forma de la cadera, en la estructura del pie y en los músculos flexores y extensores.
Las modificaciones alcanzan también a la forma de las articulaciones y a la movilidad: al caminar, por ejemplo, el bipedismo humano se transforma en un monopedismo sucesivo que exige situar cada pie en la vertical del centro de masas e impone la necesidad de inclinar hacia dentro la parte distal del fémur. Ésto no sucede en cuadrúpedos quienes pueden apoyar siempre dos extremidades a la vez.
Una de las formas en las que mejor se puede verificar este cambio anatómico es en la forma de pisar. Cuando se inicia el movimiento, como se ha visto antes, el ser humano acaba desarrollando monopedismo, por lo que todo el peso del cuerpo acaba concentrado en un pie en cada paso. De esta forma, el peso del cuerpo se apoya en el calcáneo y se distribuye por el arco plantar por lo que queda apoyado en su totalidad en una superficie blanda. La energía de apoyo pasa al dedo 1 (hallux) a través de los metatarsianos y los dedos, flexionados, producen el impulso que permite la basculación como un péndulo de la pierna para volver a caer sobre el calcáneo.
Existen ciertas alteraciones en la pisada que, en la mayoría de los casos, están alojadas en el arco plantar; bien por una ausencia de curva, bien por una excesiva curvatura. Esto puede producir cambios a la hora de distribuir el peso en el movimiento e incluso deformaciones óseas producidas por una mayor exigencia muscular.
Uno de los hallazgos más importantes que existen a lo largo de la historiografía arqueológica es, sin duda, Laetoli. Este yacimiento del Paleolítico inferior en Tanzania recoge las huellas fosilizadas en cenizas volcánicas que crearon una capa de 15cm convertida en toba volcánica por la lluvia. Esto permitió que se conservaran sin destruirse las huellas de todos los seres que pasaron por ahí.
Estas huellas pertenecen a 2 o 3 individuos, que podrían o no haber sido parte de un grupo mayor, no hay restos que lo confirmen. La duda con el número se deben a que existe la posibilidad de que uno de los individuos pisara sobre las huellas ya hechas, invitando a pensar que fuera un niño. Las dataciones sitúan a estos individuos hace unos 3'7 millones de años (m.a.), por lo que estaríamos hablando de individuos que pertenecen a la especie Australopithecus afarensis.
Estas dataciones son importantes a tener en cuenta porque en 2017 fue publicada la noticia de que se habían encontrado unas huellas que mostraban el mismo tipo de pisada que en Laetoli, esto es una pisada bípeda, pero con una datación mucho más antigua: 5'7 m.a. Estas huellas, encontradas en la isla de Creta, han sido localizadas en un horizonte geológico del Mioceno tardío con carbonatos y silicatos de origen marino. Al igual que en Laetoli, aquí también se han encontrado dos rastros que se mueven en dirección suroeste y pertenecen a individuos bípdeos, por lo que se estaría frente a huellas de pie derecho e izquierdo, tal y como se entiende actualmente.

Como muestra la imagen, la forma que presenta el pie es muy parecida a la del ser humano actual e incluso se puede ver la fuerza que se ejerce con el talón. Al prestar atención a la huella (b), se puede ver que la marca correspondiente al hallux (dedo 1) tiene una estructura algo diferente. Si bien es cierto que después se ve alineado con el resto de dedos, la impresión que corresponde al primer metatarsiano está algo desviada. Esto invita a pensar que tal vez aún se estaba llevando a cabo el proceso de cambio en la estructura anatómica del pie y, por tanto, aún era ligeramente parecido al de los homininos y no tanto al de los homínidos.
¿Qué es lo que implica, por tanto, el descubrimiento en Trachilos?
La otra posibilidad es que un homínido europeo hubiera desarrollado una pisada bípeda, como Oreopithecus, pero con una distribución ósea más similar a los homininos. Sin embargo, no hay ninguna muestra al respecto. Habrá que esperar a que se hagan estudios de paleoambiente y que salgan nuevos estudios para concluir qué es lo que realmente ocurrió.