Tartessos: ¿dónde está el mito y dónde la realidad?

22.07.2020
Tesoro de El Carambolo. Fuente: Museo Arqueológico de Sevilla
Tesoro de El Carambolo. Fuente: Museo Arqueológico de Sevilla


Aculturación: proceso de recepción de otra cultura y la adaptación a ésta, a veces perdiendo la propia. A lo largo de este análisis se verá quién compartió la cultura y si, realmente, Tartessos es ese misterio mítico que se quiere vender como cuna España.

Primero hay que responder a una breve introducción sobre esta cultura del sur peninsular. El río Tartessos fue nombrado así por los íberos; después romanos y musulmanes le cambiarían el nombre a Betis y Guadalquivir respectivamente. Durante el III milenio a.n.e. se habría localizado en esta región al suroeste de la Península Ibérica una sociedad jerarquizada que tenía una actividad económica basada en la agricultura, pesca, ganadería y la explotación minera y actividades relacionadas, como la metalurgia. Los complejos habitacionales que se habrían generado en torno a esta estructura jerárquica habrían sido de dos tipos: por un lado, grandes centros urbanos con murallas y viviendas circulares u ovaladas; por otro, pequeñas aldeas controladas por estos centros. Con la llegada de los fenicios a la Península, habrían establecido relaciones comerciales tanto de materias primas como de productos manufacturados, así como ideas.

Una cuestión especialmente relevante es el intercambio de ideas que se establece cuando hay un contacto entre culturas. A priori no es algo que los individuos noten conscientemente pero que está ahí y que acaban favoreciendo la expansión de conocimientos, como ocurrió con la agricultura o con algunos diseños artísticos, que se han visto empleados por culturas muy dispares pero que entraron en contacto.

Los griegos mencionan en distintos escritos la existencia de Tartessos; tanto a monarcas o lo que serían líderes de estas sociedades, como la riqueza de la región especialmente en cuanto a minerales preciosos se trata. Se estableció contacto entre griegos, fenicios y tartessos no de forma casual, sino precisamente por la riqueza de la zona. Es muy probable que la existencia de estos centro de poder tartessos atrajera la atención de los orientales por el potencial económico y comercial. Precisamente una muestra de este contacto es la existencia de una isla cercana a la costa consagrada a la diosa Noctiluca, diosa fenicia. Hay una adopción cultural, por tanto, que incluye ya no sólo aspectos de manufactura sino también ideológico. Así mismo, la presencia de una elevada cantidad de cerámica greco-fenicia entre los hallazgos tartessos también acerca la idea del intercambio económico.

En cuanto a la confirmación de los centros urbanos, no se puede confirmar su existencia (tampoco negarse) puesto que estarían emplazadas en los grandes núcleos presentes hoy en día como Huelva o Sevilla, ciudades que tienen una tradición de construcción sobre los anteriores niveles de ocupación. Sí que se tiene constancia de poblados de este tipo, como Los Alcores (Jaén), pero que no se puede concretar al 100% que sean tartessos.

Uno de los principales restos arqueológicos asociados a tartessos con mayor fluidez para justificar y confirmar su existencia es el "tesoro" de El Carambolo. Desde que se descubriera en 1958, momento en el que comienzan las investigaciones sobre Tartessos, se ha mantenido como el principal aval de dicha cultura; sin embargo, en 2018 se realizaron análisis químicos a las piezas con el propósito de saber más acerca de la manufactura y origen de los materiales de estas piezas.

Algunas de las piezas tienen motivos relacionados directamente con los fenicios, como es la forma de piel de buey, lo cual ya invita a pensar en una transmisión de ideas entre ambos grupos. La realidad es que, aunque sí es cierto que el oro fue extraído en minas peninsulares cercanas a Sevilla, la manufactura es fenicia tal y como ha determinado el equipo del CSIC encargado del estudio al analizar las filigranas y soldaduras realizadas en las piezas.

Aunque no se pueda afirmar con certeza absoluta, la opción más sencilla (que suele ser la correcta) es que hay una manufactura colaborativa. Es muy probable que la producción, ya no sólo de las piezas de El Carambolo, sino de otros hallazgos similares que se han asociado a Tartessos no sean sino el proceso de creación de un grupo mixto que estableció una simbiosis cultural. La mayoría de las referencias culturales que se han encontrado de forma física sobre esta cultura peninsular está estrechamente ligada con fenicios y griegos, lo que invita a pensar que hubo una convivencia mayor de la que se consideró en origen.

La cuestión es: ¿por qué Tartessos causa tanta expectación y, hasta cierto punto, conflicto?

Cuando uno acude a las primeras fuentes de investigación sobre esta cultura, la mayoría de las referencias hacen alusión a textos míticos, tales como Heródoto hablando de Hércules y su lucha contra un rey tartesso que tenía tres cabezas, la Biblia y el rey Salomón haciendo referencia a un lugar que podría identificarse como el territorio de Tartessos, etc. La verdad es que una perspectiva mitológica no ayuda a la hora de dar credibilidad a ninguna investigación.

De igual forma, cuando se empieza a investigar esta cultura del suroeste peninsular, la política española está centrada en un empoderamiento que busca crear una idea de nación a partir de grandes eventos y figuras que marcaran el origen de la cultura española. A día de hoy, aún se emplea esta búsqueda de héroes y figuras de gran poder para reafirmar un sentimiento de unidad cultural aún cuando se ha demostrado que en la Península Ibérica, que ya no España sola, hay un conjunto de sociedades que se han ido instalando a lo largo del territorio influyendo de forma diferente y generando unas herencias que el devenir histórico ha ido matizando hasta crear una España plural. Es complicado, por tanto acudir a los tartessos como el origen de una entidad cultural que ha acabado llegando a ser el pueblo español.

Hay que tener en cuenta, además, que el hecho de que haya una gran influencia de griegos y fenicios no elimina el hecho de que hubiera población allí viviendo, y que se habrían extendido por el valle del Guadalquivir hasta regiones en Portugal y Extremadura.

Sin duda, el conflicto nace de un deseo de emplear testimonios de culturas "antiguas" para justificar una posición política e incluso de reivindicación sin tener en cuenta las fuentes ni la realidad material. En relación con los tartessos, la realidad es que muy probablemente hubiera un proceso de aculturación en esas zonas, llegando a mezclarse profundamente con las sociedades griega y fenicia.