¿Se puede hablar de arte al hablar de arte rupestre?

24.08.2020

Se entiende como arte rupestre las expresiones pictóricas de culturas de cazadores- recolectores, particularmente las del paleolítico superior, ubicada en cavernas y abrigos naturales. A pesar de que sus primeras referencias puedes ser rastreadas hasta el S. XVI (con los ejemplos Cosmogonie Universelle, de F. de Belleforest en 1575, donde se habla, aunque sin mencionar sus conjuntos pictóricos, de la cueva de Rouffignac y, en España, con Las Batuecas del Duque de Alba, de F. Lope de Vega, en 1597, donde habla de "casas trogloditas", identificado con el llamado Canchal de las Cabras Pintadas en el Valle de las Batuecas de la provincia de Salamanca), no será hasta el S. XIX cuando empiece a estudiarse de forma sistemática y aplicando el método científico.

Desde entonces, la dificultad a la hora de interpretarlo ha tenido, en líneas generales, una doble problemática: por un lado la falta de testimonios de la época sobre su significado y, por otro, la dificultad a la hora de apreciarlo sin pasar por el filtro de nuestra propia concepción de arte como una sociedad occidental. Será ya, a partir del S. XX, tras la ampliación de las investigaciones sobre las expresiones pictóricas de la prehistoria, varios prehistoriadores empiezan a manifestar dudas sobre la validez del término "arte" para denominarlas. Hay que tener en cuenta que nuestro concepto actual de arte está altamente influido por la concepción romántica del artista como genio creador individual y ecléctico, que fue, posteriormente, reafirmado por las vanguardias (en contraposición a las teorías que derivaron en el realismo soviético, centradas en la vertiente sociopolítica de las manifestaciones artísticas).

En realidad, el término "arte" es equívoco desde su inicio, ya que no existe una definición tajante de lo que lo compone, al ser un término que engloba multitud de manifestaciones y conceptos cuyo significado varía al cambiar la época en la que se desarrolla. De hecho, una de las razones por las que Emile Cartailac rechazó reconocer el conjunto de Altamira fue su alta calidad estilística, que consideró que el "hombre primitivo" que describía en sus textos como "salvaje", "troglodita" y "sin capacidad intelectual" era incapaz de producir. Después de todo, no son pocas las teorías que sostienen que la capacidad de producir arte es la característica que separa al Homo Sapiens del resto de especies y le otorga su "humanidad". Actualmente, varios estudios incluso cuestionan esto, ya que hay recientes investigaciones que consideran que las primeras manifestaciones artísticas no corresponden cronológicamente al Homo Sapiens, sino al Homo Neanderthalensis.

Desde ese Mea culpa, que abordaba la posibilidad de que el "hombre prehistórico" tuviera la suficiente sensibilidad estética como para producir imágenes, se han desarrollado multitud de teorías sobre las manifestaciones artísticas prehistóricas. Dejaremos de lado las corrientes que pretenden simplemente eludir el problema, por ejemplo, evitando la palabra arte y usando términos igualmente equívocos como "imágenes visuales y materiales" (Conkey), "representaciones" ( Lewis-Williams) o incluso, como propone Davidson ya en 1997, PEDS (paintings, engravings, drawings and stencils), para centrarnos en las principales teorías que, aunque hoy en día están rechazadas como explicaciones globales del arte rupestre, son los fundamentos de la interpretación actual: el arte por el arte, la magia simpática y las teorías estructuralistas.

La primera en el tiempo, es la que considera que estas manifestaciones se deben al deseo de producir cosas bellas, o "el arte por el arte" y, a pesar de que se rechazó en los años 40 del S.XX, ya que explica la existencia de objetos de arte mueble, como grabados en hueso, es incompatible con las pinturas y grabados en galerías o cuevas profundas, donde la contemplación tiene mucha dificultad; sigue habiendo teorías que consideran que, simplemente, son manifestaciones decorativas que persiguen el ideal de belleza. Esta teoría, y los estudios de culturas cazadoras-recolectoras actuales, como los Bushmen sudafricanos o los aborígenes australianos, se han intentado extrapolar las conclusiones extraídas al arte prehistórico. 

En la mayoría de estas sociedades no existe el concepto de arte, sino que son elementos que cumplen funciones concretas, muchas veces como parte de una cultura totémica o rituales de magia simpática, destinados a favorecer la caza o la fertilidad. Por tanto, aunque la propia sociedad no tiene el concepto, para nuestra sociedad si que podrían ser percibidos como obras de arte. A pesar de la permanencia de estas teorías en el tiempo, el recurso de la etnología sólo se considera aplicable si se comparan cosas análogas para encontrar modelos de comportamiento, y no comparaciones literales. 

El arte rupestre presenta una gran variedad de motivos y no presentan mayor relación con las culturas de cazadores-recolectores actuales que una consideración, en el momento en que se lanzó la teoría, de que ambas sociedades estaban en un nivel evolutivo cultural similar. La investigación y el avance en disciplinas como la etnología, la datación y el estudio de otros restos prehistóricos han probado que esta afirmación no es del todo cierta, del mismo modo que las sociedades de cazadores-recolectores actuales no son intercambiables entre sí, a pesar de que puedan compartir algunos puntos en común.

Por último, las teorías estructuralistas prefieren apostar por considerar el arte prehistórico como la "expresión de conceptos sobre la organización natural y sobrenatural del mundo viviente" (según Leroi-Gourham), y darle un marco, mas que una teoría explicativa. Desarrollan así un sistema apoyado en la estadística y en la atribución de una simbología a elementos concretos que creaba relaciones entre ellos. Sin embargo, a pesar de que fueron varios los autores que llegaron a esta teoría, cada uno de ellos encontraba simbologías distintas a las que asociar los mismos motivos (Leroi-Gourham creó un sistema binario basado en los elementos opuestos y a la vez complementarios masculino y femenino pero, mientras él asociaba los bisontes con lo femenino y el caballo con lo masculino, Laming-Emperaire, que llegaba a un sistema similar, había llegado a conclusiones contrarias en la atribución de valores, por lo que para ella el bisonte era masculino y el caballo femenino).

Paradógicamente, esta, que es la teoría mas contraria a utilizar la denominación de arte, ha sido la que más ha contribuido a fortalecer la idea de que hay una intencionalidad en el uso de  los motivos y la simbología usados, ya que, con las estadísticas que recopilaron se puede comprobar que la topografía, el relieve, los motivos representados, etc. son elegidos cuidadosamente con intencionalidad. Si entendemos el arte, de una manera global, simplemente como un vehículo para la comunicación humana, de una forma de percibir la realidad, las representaciones rupestres sí que entrarían dentro de esta categoría. El problema, en este punto, sería que no tenemos suficientes recursos para entender el mensaje que se transmite, al pertenecer a una sociedad tan distante en el tiempo y el espacio. El desarrollo de la labor arqueológica, nuestra principal fuente de conocimiento de aquellas sociedades, es, por tanto, es fundamental para entenderlo.


Escrito por:  Alba Gil