Origen de la piel desnuda

31.03.2021

"La ausencia de pelo en humanos habría desempeñado una función clave en la aparición de otros rasgos importantes".

Entre los primates, los humanos somos los únicos con la piel casi desnuda, aunque conservamos pelo en la cabeza y en otras partes del cuerpo, en comparación con el resto de primates.

¿Cómo evolucionamos hasta adquirir una piel desnuda?

Los científicos se han planteando esta cuestión desde hace siglos, pero la respuesta no es sencilla, puesto que a diferencia de la mayoría de los rasgos principales de la evolución humana que si quedan registrado en los restos fósiles, estos no conservan impresiones de la piel. Sin embargo, durante los últimos diez años se han descubierto una serie de pruebas indirectas sobre la evolución de la piel que, junto a los avances en genómica y fisiología han permitido establecer una explicación sólida de la razón de la pérdida del pelo corporal y el momento en el cual se produjo. La hipótesis planteada indica que la piel desnuda desempeñó una función crucial en la evolución de otras características humanas, incluidas el mayor tamaño cerebral y la dependencia del lenguaje.

Para entender por qué nuestros antepasados perdieron el pelo corporal, debemos conocer la razón por la cual otras especies están dotadas de un abrigo de pelo. La razón radica en las funciones que desempeña un manto de pelo: aislamiento y protección ante daños, humedad, luz solar y parásitos y microorganismos dañinos; sistema de camuflaje para confundir a los depredadores, sistema de reconocimientos entre miembros de la misma especie y grupo y como medio para exhibir estados emocionales.

Aunque el pelo cumple funciones importantes en algunos mamíferos, en otros, como aquellas especies que viven bajo tierra o en al agua, el pelo se ha vuelto tan escaso y fino que parece no tener función alguna. En el caso de los humanos, la ausencia de pelo no constituye una adaptación evolutiva a la vida subterráneo o acuática, en nuestro caso la piel desnuda guarda relación con la regulación del calor corporal, evidenciado en nuestra gran capacidad de sudoración.

Mantenerse fresco es un problema para muchos mamíferos, agravándose en aquellos que habitan en ambientes cálidos y tienen que desplazarse o correr largas distancias, por lo que requieren de una estratega para reducir el calor corporal, siendo la principal entre los primates la sudoración. Cuando sudamos refrescamos el cuerpo mediante el líquido generado, que al evaporarse se lleva parte de la energía térmica de la piel, por lo que es muy eficaz para prevenir un recalentamiento peligroso del cerebro y de otras partes del cuerpo.

Sin embargo, no todos los mecanismos de sudoración son tan efectivos, siendo este el caso el de los mamíferos con un gran cantidad de pelo. En la mayoría de la especies de mamíferos predominan unas glándulas sudoríparas que generan un sudor oleoso, y en ocasiones espumoso, que se deposita en el pelo, mojándolo y enmarañándolo, limitando la transferencia del calor y por tanto la refrigeración corporal. Como consecuencia, necesitarán beber una gran cantidad de agua que no siempre está disponible.

En nuestro caso, además de no tener pelo, nuestro sudor es acuoso y se deposita en la superficie de la piel, lo que permite eliminar de manera más eficaz el exceso de calor. Pero ¿que ocurrió para que los humanos careciéramos de pelo y nuestro sudor fuera acuoso en lugar de oleoso? Algo debió de ocurrir tras la separación entre las líneas evolutivas que darían lugar a los humanos y a nuestro pariente vivo más cercano, los chimpancés. Se ha intuido que esta transformación se inició a causa de un cambio climático.

Hace 3 millones de años la Tierra experimentaba una fase de enfriamiento global que generó una mayor aridez en África oriental y central, donde vivían nuestros antepasados, lo que tuvo como consecuencia una disminución de los recursos y un cambio a un estilo de vida más activo por parte de los homínidos ante la necesidad de buscar alimentos. Además, en esta misma época los homínidos incorporaron a su dieta la carne, recurso más escaso que los vegetales, por lo que tuvieron que recorren largas distancia en busca de esta.

Es en este momento cuando actúa la selección natural, transformando las proporcionales corporales a una marcha bípeda que soporte largas caminatas. El precio a pagar por todo esto fue un mayor riesgo de recalentamiento; ante esto, aparecieron dos necesidades: mejorar la capacidad de sudoración de los homínidos y la pérdida del pelo corporal, ambas destinadas a evitar el recalentamiento corporal.

¿Cuándo ocurrió este cambio?

Como no podemos conocer cuando nuestra piel paso de tener pelo a ser desnuda, porque el registro fósil no deja impresiones de la piel, los científicos lo han intuido a partir del cambio del patrón de desplazamiento. Hace 1,6 millones de años, Homo ergaster había desarrollado proporciones corporales modernas que le habrían permitido caminar y correr por un largo período de tiempo, evidenciado en la anatomía de las articulaciones del tobillo, rodilla y cadera, por lo que la piel desnuda y el sudor acuoso debió de producirse al menos hace 1,6 millones de años.

Otra forma que tienen los especialistas para conocer cuando se produjo este cambio son las investigaciones genéticas sobre el color de la piel, como el realizado en la Universidad de Utah, cuyo equipo ha examinado uno de los genes humanos (MC1R) responsables de la pigmentación de la piel y ha inferido que el origen de la piel oscura se originó al menos hace 1,2 millones de años.

¿Pero que relación tiene la piel oscura con la pérdida del pelo corporal? 

Al igual que los chimpancés, los primeros homínidos tenían, así se supone, la piel rosácea cubierta de pelo negro. Una piel permanentemente oscura fue un requisito evolutivo indispensable tras la pérdida del pelo para protegernos del sol. Por tanto, los años estimados tanto para el cambio en el patrón de desplazamiento como para la aparición de la piel oscura, proporciona una edad mínima para la aparición de nuestra desnudez.

Pero aunque nos hemos convertido en monos desnudo, la evolución ha dejado cubiertas algunas partes de nuestro cuerpo, como las axilas e ingles, cuya función probable es la de propagar las feromonas, y la cabeza, cuya función probable es proteger la parte superior de la cabeza del exceso de calor.

Y, para finalizar este post, aunque no menos importante, la perdida del pelo ha conllevado profundas repercusiones en fases posteriores a la evolución humana, tales como el aumento del tamaño cerebral, debido a la mayor capacidad de disipar el excesivo calor mediante la sudoración; cambios en las relaciones sociales, con el uso de pinturas corporales, tatuajes, gestos y lenguaje preciso, además de la aparición de rasgos humanos universales, como el rubor, para compensar la pérdida de capacidad para comunicarnos a través del pelo.

Fuente: Investigación y Ciencia (2018)


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Escrito por: Alba Delgado