La violencia interpersonal durante el neolítico: el caso del campo de hockey
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Durante el Neolítico presenciamos un momento que supone un gran cambio en la estructural social y económica de los grupos humanos que habitaban en este periodo. En el momento en el que los cazadores recolectores cambian su modo de vida por uno sedentario convirtiéndose en comunidades agrícolas con un gran desarrollo demográfico. Esto supuso el nacimiento de condiciones como el comercio, la posesión, y la violencia. Durante el Neolítico tardío en la Península Ibérica se produjeron episodios de violencia.
El yacimiento de Campo de Hockey, situado en la localidad gaditana de San Fernando, en la costa atlántica. Este sitio, el cual está fechado en periodos que corresponde al Neolítico final y el IV milenio antes de nuestra era, se presenta como uno de los primeros asentamientos permanentes del suro de la Península Ibérica (Vijande et al., 2015; 2019).
En este yacimiento podemos encontramos una zona de necrópolis, un área de producción y almacenamiento y un área doméstica. De la necrópolis se ha podido excavar tan solo un tercio, puesto que de los otros dos uno fue destruido antes de comenzar la excavación y el otro se encuentra hoy día debajo del actual campo de hockey de San Fernando.
La necrópolis presenta una variedad bastante diversa de formas de enterramientos y algunas algo inusuales para momentos del Neolítico final (Vijande et al., 2019). Un total de 59 tumbas y 73 individuos (53 adultos de los cuales 15 son hombre, 9 mujeres y 31 indeterminados, y 18 no adultos) componen la necrópolis del yacimiento donde encontraron fosas simples, tumbas revestidas con losas de piedra y túmulos funerarios. Detectaron 49 enterramientos individuales, y 10 colectivos con un máximo de 4 esqueletos. En general, el estado de conservación del conjunto de tumbas ha sido considerado como precario.
De entre todas las tumbas que se excavaron encontraron una peculiaridad en la Tumba 11, fechada en el V-IV milenio a.n.e., el cual contenía un enterramiento con dos individuos. La tumba corresponde ser un pozo de forma circular, revestido con losas de piedras y con un pequeño montículo de 2 metros de diámetro total y 1,15m de ancho además de otras losas de piedra que dejaron orientadas hacia la tumba (Vijande et al., 2009) (Figura 1). Estas características han hecho que se considere como una construcción megalítica (Vijande et al., 2019).

De entre todos los enterramientos aquí encontraron un contenido de ajuares más elaborados y ricos que el resto de tumbas, compuesto por un hacha de piedra pulida, un jarrón cerámico, un colgante de ámbar, y cinco alfileres de hueso (Figura 2) (Vijande et al., 2015). Los alfileres han sido estudiados en su composición y los investigadores sugieren que estos fueron empleados para recoger el cabello.
En cuanto a los dos individuos que se encuentran en este enterramiento pudieron determinar tanto el sexo, gracias a la morfología craneal y del hueso coxal, usando las mediciones postcraneales y la longitud y anchura de los huesos largos. La edad la estimaron a partir del grado de fusión de la sutura craneal y cambios en al sínfisis púbica y la superficie auricular de la pelvis. Todos los huesos se estudiaron también macroscópicamente para detectar lesiones patológicas encontrando de esta forma signos de violencia en ambos esqueletos.

Concluyeron en que ambos esqueletos no fueron depositados al mismo tiempo, sino que se enterró un primer individuo anatómicamente articulado y posteriormente reabrieron para depositar al segundo individuo (Vijande et al., 2019). En este proceso de deposición del segundo extrajeron algunos huesos del individuo 1 para depositarlos encima del individuo 2 (Figura 3).
Este enterramiento entre las 59 tumbas que excavaron fue la que poseía los ajuares más ricos y, además, el único en el que los esqueletos presentaban algún tipo de lesión que evidenciara una situación de violencia. Los dos únicos individuos que presentan esta características fueron enterrados en diferentes periodos, pero juntos.

El individuo que se enterró en primer lugar era un varón de entre 25-35 años de edad y presentaba una fractura frontal en la región supra-glabelar. El objeto que impacto sobre el cráneo le produjo una fractura radiante desde la zona de impacto, a 33 mm del nación y 53 mm de la sutura frontocigomática derecha (Figura). Una de las fracturas alcanzó la zona central de la órbita derecha y la otra el arco superciliar izquierdo. Comentan también la visualización de una tercera fractura oblicua que alcanza la protuberancia frontal izquierda. La fractura presenta una forma de V con una ligera depresión donde dicen que se pudo haber producido la zona de impacto (Vijande et al., 2019).
El segundo individuo se corresponde también con un varón más adulto con 40-50 años y el cual presente dos lesiones. Un primer golpe en el hueso parietal derecho el cual le provoco una fractura más larga que corre perpendicular a la sutura sagital y una segunda fractura con bordes irregulares la cual sugieren que pudo haber sido postmortem. La fractura del hueso parietal derecho se produjo por un golpe contundente provocando una depresión de la tabla exterior y la pérdida de fragmentos postmortem. Desde el punto de impacto surgen fracturas radiales extendiéndose por diferentes partes del cráneo, algo que no suele darse en fracturas postmortem (Vijande et al., 2019).
Las lesiones que han considerados antemortem presentan la supervivencia del individuo ya que detectan rastros de curación (Vijande et al., 2019) aunque las radiografías muestran líneas de fracturas sin crecimiento de hueso nuevo. La no aparición de formación ósea indicaría que las heridas fueron infligidas perimortem o a causa de daños postmortem. Esto no está aún bien determinado por la dificultad de estudios y los factores tafonómicos que influyen en una posible rotura del hueso.


Lo que les podría ayudar a determinarlo mejor sería el análisis del hueso seco y fresco. El hueso fresco es rico en colágeno y humedad al ser tejido vivo y es más elástico, lo cual se ha podido detectar en ambos individuos (Vijande et al., 2019) ya que se caracterizan por fracturas con ángulos agudos y obtusos y superficies de fracturas lisas y con márgenes agudos, sugiriendo de esta forma que se produjo sobre hueso fresco. Como sabemos los huesos, hasta semanas más tarde de la muerte, puede retener humedad por lo que los daños pudieron haber sido poco antes o después de la muerte del individuo (Vijande et al., 2019).
Algunas de las características que presentan estas fracturas pudieron haber sido producidas por un objeto pesado y a una velocidad relativamente lenta desplazando hacia dentro fragmentos óseos sugiriendo asi que los tejidos blandos estaban presentes en el momento del impacto.
Se ha determinado que de forma significativa en el borde de las fracturas detectadas en el individuo 2 se observa un color uniforme, algo poco común en fracturas postmortem. Sin embargo también comentan que no es un indicador del todo fiable ya que tras la excavación se encuentran expuestos a factores tafonómicos que pueden influir en el color.
En general concluyeron que, a raíz de todas las características recogidas, las fracturas se ocasionaron perimortem con golpes a baja velocidad pero con suficiente fuerza como para llegar a la masa interna y provocar posiblemente la muerte, aunque aún no está establecida la causa de la muerte de los individuos de forma certera.
Lo que está claro es que ambos individuos murieron en tiempos diferentes con una diferencia de tiempo que permitió moverse los huesos del individuo 1. Esto determina que no pudieron morir ambos individuos por un mismo episodio ya sea intencional o accidental.
En ninguno de los dos casos se han encontrado fracturas perimortem por lo que las fracturas no pudieron haber sido por una caída, además que esta situación pudo haber producido lesiones en otras partes del cuerpo. La interpretación más acertada es que las fracturas se produjeron a causa de un acontecimiento de violencia interpersonal, como determinan a partir de las fracturas de la region frontal del primer individuo las cuales son compatibles con lesiones de este tipo de violencia.
Sin embargo comentan que el pequeño tamaño de las muestras hace casi imposible determinar con total seguridad que tipo de violencia causo tales lesiones.
La tumba 11 es única en comparación con las demás en cuanto a ofrendas, complejidad de la estructura funeraria y su posición en la zona junto a las heridas perimortem que presenta. Se le dio un trato diferente al del resto de individuos. No solo nos quedamos entonces con la incógnita de qué pudo haber sido lo que realmente les causo las heridas a nuestros individuos, sino que también se crean otras preguntas por resolver. ¿Por qué aquellos que sufrieron en su muerte tienen el ajuar más rico? ¿Porqué, además, los dos únicos esqueletos con signos de lesión fueron enterrados juntos? ¿Qué relación tenían estos dos individuos?
Referencias:
Sánchez-Barba Muñoz, L. P., Vijande Vila, E., Rubio Salvador, Á., Alemán Aguilera, I., Díaz-Zorita Bonilla, M., Moreno Márquez, A., Domínguez-Bella, S., Ramos Muñoz, J., & Botella López, M. C. (2019). Possible interpersonal violence in the Neolithic necropolis of Campo de Hockey (San Fernando, Cádiz, Spain). International Journal of Paleopathology, 27, 38-45. https://doi.org/10.1016/j.ijpp.2019.08.006
Vijande, E., (2009). El poblado de Campo de Hockey (San Fernando, Cádiz): resultados preliminares y líneas de investigación futuras para el conocimiento en las formaciones sociales tribales en la Bahía de Cádiz (tránsito V-IV milenios a.n.e.). Revista Atlántica-Mediterránea de Prehistoria y Arqueología Social 11, 265-284.
Vijande, E., Domínguez-Bella, S., Cantillo, J.J., Martínez, J., Barrena, A., (2015). Social inequalities in the Neolithic of southern Europe: the grave godos of the Campo de Hockey necrópolis (San Fernando, Cádiz, Spain). C. R. Palevol 14, 147-161.