La piel de oso ya servía como abrigo a nuestros antepasados hace 300.000 años
Ahora que llegan las frías temperaturas del invierno a nuestro entorno sacamos el abrigo, el gorro, la bufanda y los guantes y nos resguardamos en casas con calefacción. Todas comodidades desarrolladas con el tiempo que nos ayudan a sobrellevar estos duros meses de frío. Con todo esto a nuestro alcance, se nos hace difícil imaginar cómo pasaban las épocas de intenso frío nuestros antepasados.
Un reciente estudio llevado a cabo por un equipo de investigadores de la Universidades de Tubinga y Leiden y del Centro Senckenberg de Evolución Humana y Paleoambiente de Tubinga (Alemania) examina las huellas en huesos del yacimiento arqueológico de Schöningen, en Baja Sajonia. De este modo, mediante el estudio de las marcas de corte encontradas en un metatarso y una falange, entre otros restos de oso, proporcionan nuevos datos sobre el uso de pieles, ya que de estas zonas no se obtenía carne para su consumo. Asimismo, en este yacimiento y su entorno se han recuperado numerosas herramientas de madera asociadas a restos de mamíferos que indican la caza y explotación de grandes herbívoros para conseguir carne, extraer el tuétano, conseguir huesos para la fabricación de nuevas herramientas y, probablemente, para la obtención de la piel para su uso como abrigo.

El estudio se centra en las marcas de corte encontradas en diferentes huesos de oso cavernario (Ursus spelaeus) encontrados en el yacimiento. Gracias a las marcas finas y suaves que se encontraron en los huesos de la garganta y las patas del animal, los investigadores sugieren que los animales eran descuartizados para obtener su piel y no por la carne, ya que son zonas con poca carne de consumo. Del mismo modo, en este yacimiento solo se han encontrado huesos de individuos adultos de oso cavernario, lo que se relaciona con la caza.

Estos huesos datan de hace 320.000 años y se trata de una especie prehistórica que vivió en Europa y Asia y se extinguió hace unos 24.000 años. Se trata de una especie que podía alcanzar más de tres metros de longitud y que habitaba en las cuevas, por lo que compartía espacio con los humanos con los que los encuentros eran habituales, aunque su caza ha sido tema de debate. El pelaje de estos osos está formado por pelos cortos y densos que forman una capa muy aislante del frío y otra capa protectora de pelos largos. Esta capa de pelos se pierde al poco de morir el animal, por lo que, los animales debían ser desollados al poco de morir.
Este estudio permite confirmar la caza de los osos cavernarios y su uso, no solo como alimento, sino para la obtención de pieles que les podrían servir como abrigo. Estas prendas serían poco elaboradas, ya que no se han encontrado en este momento el tipo de agujas necesarias para realizar prendas de ropa elaboradas. Sin embargo, gracias a estudios genéticos de piojos, se ha podido de terminar que piojos de la ropa se encuentran en el cuero cabelludo de los humanos hace al menos entre 83.000 y 170.000 años.
Esto permite a los investigadores sugerir que el uso de la piel de estos osos supondría una adaptación clave para los primeros humanos, ya que les permitiría vivir en el frío clima del norte.