La herencia de la Cultura: el aprendizaje de la alfarería por parte de los individuos infantiles

11.02.2022

La supervivencia de cualquier cultura tiene su base en el aprendizaje de conocimientos heredados y su transmisión a las nuevas generaciones. Este flujo de información que viaja a través de los años de padres a hijos es lo que permite que diferentes patrones económicos, sociales, políticos e ideológicos continúen existiendo, y que por ende originen y den sentido a las pautas culturales de una sociedad. Esto es un aspecto básico en la reproducción social de cualquier grupo humano, lo que incluye tanto a comunidades que perviven en la actualidad como a otras que perecieron. Existe una evidente conexión entre la información que nos aportan los grupos indígenas contemporáneos y la que obtenemos de los restos arqueológicos de sociedades pasadas.

Respecto a los mecanismos que permiten la transmisión de pautas culturales de una generación a otra, los estudios etnoarqueológicos han documentado cómo en diferentes lugares del planeta los niños son partícipes de las actividades artísticas y/o artesanales de cualquier grupo social, lo cual nos indica que muy probablemente lo fueron durante la Prehistoria en tareas como la alfarería. Se ha demostrado que en un gran número de sociedades preindustriales los niños aprenden la técnica alfarera desde edades muy tempranas, como podría ser el caso de los Swahili (etnia y cultura situada en las costas de Kenia, Tanzania y Mozambique) o los Asurini du Xingu (Brasil) quienes comienzan este proceso sobre los 5 años de vida. En otras culturas este período de aprendizaje se intensifica prolongándose hasta la adolescencia, coincidiendo con un proceso madurativo a nivel físico, psicológico y social en la vida del niño.

Gracias a estos grupos, se ha podido documentar la existencia de diferentes métodos de aprendizaje en la alfarería para individuos infantiles. En algunos casos se toma como algo gradual, empezando con las formas más sencillas y llegando hasta las más complejas. En otros casos se produce un proceso más pasivo basado en la imitación-reproducción, mientras que en otros directamente la actividad artística del infante se reduce a la práctica sobre piezas previamente modeladas por un adulto o al uso de las mismas (en muchas ocasiones podrían ser utilizadas como juguetes o ajuares).

En el caso de la Península Ibérica, se han hallado algunas miniaturas campaniformes pertenecientes a sociedades del III y II milenio cal AC que encajan con estos patrones de uso y aprendizaje infantil. En Aldeagordillo (Ávila) encontramos un vaso pequeño campaniforme en un túmulo, en el Valle de las Higueras (Toledo) un vaso y un cuenco en miniatura situados en un nicho o unos vasos en Arenero de los Vascos (Madrid) entre otros. Estos hallazgos se relacionan con piezas realizadas por adultos pero destinadas a los niños (uno de los ejemplos de técnicas de aprendizaje antes mencionados), ya que son cerámicas bien ejecutadas tanto en forma como en decoración pero con un tamaño mucho más pequeño de lo usual; además dos de estas piezas forman parte de ajuares funerarios asociados a individuos infantiles.

Por otro lado, encontramos cerámicas pequeñas, pero con acabados peor rematados, probablemente elaboradas por niños aprendices. Estas piezas tienen varias características en común: perfiles asimétricos, tosquedad en el tratamiento de las paredes y los acabados, y errores en la decoración. A pesar de esto, no siempre las criaturas reproducen los diseños de los adultos, por lo que la variedad en la forma o los motivos decorativos no tiene porque ser únicamente consecuencia de la falta de destreza, sino que podría ser producto de la faceta más artística del pequeño.

Pese a que las miniaturas cerámicas abundan en el Campaniforme, también se encuentran en otros períodos de la Prehistoria Reciente peninsular. Es el caso, del enterramiento nº 39 del poblado de la Motilla del Azuer (Daimiel, Ciudad Real). En esta inhumación de la Edad de Bronce encontramos los restos de un individuo de unos ocho o nueve años de edad junto a seis pequeños objetos cerámicos, los cuales fueron realizados a una temperatura muy baja de cocción y poseen un resultado muy irregular en sus paredes. Estas características unidas a su aparición en una tumba infantil permiten plantear la hipótesis de que podrían tratarse de objetos creados por el niño durante su breve período de vida.

Pese a que en muchas ocasiones el registro arqueológico nos indique que una pieza cerámica fue creada por un individuo infantil, no siempre esto es demostrable a nivel científico. Algunos de los estudios más fiables realizados para conocer la autoría de estas piezas cerámicas están basados en el análisis de las huellas dactilares que quedan en la arcilla. Cuando estas han quedado marcadas de forma parcial no podemos asegurar cuál es el tamaño del dedo que ha modelado la cerámica, por lo que se observa la cantidad de líneas que hay en las huellas y la distancia entre las mismas. Gracias a estudios experimentales, se ha podido comprobar que existe una relación directamente proporcional estos patrones y la edad del individuo que manipula la pieza. En líneas generales es posible identificar y analizar los procesos de aprendizaje en la alfarería en el registro arqueológico siguiendo los mismos procedimientos con los cuales se han identificado en el registro etnográfico. Es importante recordar que pese a los modelos adultocentristas en los que se basan la gran mayoría de grupos sociales, los niños también son creadores y partícipes de cada una de las culturas y de su legado material.

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Escrito por: Raquel Muñoz