El uso del fuego

A mediados del siglo xx se daba por supuesto que el control del fuego, documentado alrededor de los 500.000 años, habría sido un complemento del progreso cultural ligado a las tallas líticas. Ese punto de vista se mantuvo bastantes años y cuadraba bien con la idea de una entrada tardía de los homininos en Europa.
Pero el clima extremo no se dio sólo en Asia y Europa. La colonización durante el Pleistoceno Inferior de zonas elevadas en África oriental tuvo que plantear a los homininos parecidos problemas de adaptación.
Por ello, se ha propuesto el uso experimental del fuego entorno a los 1,5 - 0,7 m.a., como la única la solución adaptativa en regiones elevadas de África oriental. No obstante, se trata de una hipótesis basada en evidencias indirectas.
La detección de pruebas relativas del uso del fuego no es tarea fácil porque una hoguera esporádica realizada con unos pocos materiales combustibles apenas deja huellas, a lo que se suman los agentes meteorológicos, los cuales pueden eliminarlas en muy poco tiempo. Las piedras calcinadas y las cenizas de los hogares habituales son indicios más sólidos, siempre que se conserven restos suficientes, y constituyen la mayoría de las evidencias.
Una alternativa para la identificación de hogueras pequeñas y esporádicas es la de detectar anomalías magnéticas. El campo magnético terrestre sufre una distorsión leve en el entorno próximo a un fuego al producir el calor de éste cambios en los minerales que contienen óxido de hierro.
Algunas de las partículas alteradas conservan, tras enfriarse, un magnetismo remanente aún más débil pero cuyos efectos de alteración del campo terrestre pueden detectarse por medio de un magnetómetro portátil.
Sin embargo, hay autores que discrepan sobre la interpretación tafonómica de los hogares, argumentando que los indicios de existencia de fuego antrópico pueden ser atribuidos a incendios naturales y faltan pruebas sólidas acerca de la asociación entre uso del fuego, piedras talladas y huesos quemados capaz de indicar que existió un hogar ancestral. Existen numerosos lugares en los que aparece barro cocido, como resultado de incendios naturales, en ausencia de choppers y lascas, por lo que su presencia simultánea puede ser fortuita.
En África, las evidencias más firmes del uso del fuego provienen de Swartkrans, donde han aparecido abundantes restos fósiles de huesos con aspecto de haber sido quemados y cuya temperatura a la que fueron sometidos tuvo que ser semejante a la de las hogueras. La datación de uno de los miembros podría tener cerca de 1,6 m.a., lo que implicaría un uso muy antiguo del fuego.
Fuera de África, la evidencia más antigua de fuego controlado es la del yacimiento achelense de Gesher Benot Ya'aqov (Israel), donde han aparecido madera, semillas y pedernales quemados, a los que le atribuyeron una edad de cerca de 700.000 años.
La cuestión básica respecto a un posible uso del fuego se refiere a la asociación entre ejemplares de homininos, herramientas líticas y pruebas de la acción del fuego. Pero esta asociación no es fácil de llevar a cabo por la complejidad de las interpretaciones tafonómicas, pues que los carroñeros hayan dispersado los restos de homininos es un buen ejemplo de las dificultades de la tarea.
Hasta la fecha, el Homo erectus fue el primer ser humano cuyos restos están asociados con el fuego. Se sabe que lo manipularon, cocieron alimentos y realizaron agujeros en el suelo para instalarlo, sin embargo,no podemos saber cómo fue el proceso del conocimiento del fuego.
El poder crear el fuego en el momento y lugar elegido es, sin duda alguna, uno de los descubrimientos más importantes de la humanidad. Eudald Carbonell (codirector de las excavaciones de Atapuerca), dice: "El fuego tuvo un impacto brutal. El fuego cambió para siempre las sociedades humanas. Cambió la alimentación, cambió el modo de protegerse del frío, cambió el modo de comunicarse entre los miembros del grupo, cambió la demografía... Lo cambió todo. Fue un progreso fundamental porque permitió otros progresos que a su vez abrieron la vía a otros progresos. Fue el punto de origen de una reacción en cadena que ha llevado hasta nosotros."
Una de las ventajas del fuego fue la posibilidad de cocción de los alimentos, lo que permitió la eliminación de parásitos y toxinas de la carne, haciendo comestible lo que antes no lo era.
En relación a la cocción de los alimentos, en septiembre de 2020, una investigación publicada en PNAS, en la que participa la Universidad de Alcalá y que se desarrolla en la garganta de Olduvai, en Tanzania, se desprende la posibilidad de que los primeros seres humanos podrían haber cocinado alimentos en aguas termales antes de inventar el uso del fuego.

Uno de los mayores misterios en la evolución humana es el origen del cocinado de alimentos, que tradicionalmente, siempre se ha asociado al descubrimiento y dominio del fuego, lo que supondría remontar el origen de esta conducta a no mucho más de un millón de años.Sin embargo, un nuevo descubrimiento abre una ventana nueva en la que los primeros seres humanos ya podrían haber empezado a cocinar alimentos utilizando aguas termales.
En la reconstrucción del paisaje del yacimiento FLK West en Olduvai se descubrió que en toda la superficie de aquel paisaje de 1m7 millones de años, abundaban los biomarcadores de la vegetación y la fauna que contuvo. Sin embargo, entre ellos, aparecieron unos marcadores inesperados, unos lípidos que generan algunos micro-organismos bajo altas temperaturas.
Los marcadores de lípidos eran los mismos que produce una bacteria (Thermocrinis ruber), que se encuentra comúnmente en ambientes acuáticos muy calientes, cuya temperatura supera los 80º Celsius. En la actualidad, se encuentra en abundancia en ambientes de fuentes termales. La presencia de esta bacteria en esos lugares indicaba la presencia de agua muy caliente.
El hecho de que la presencia de los homínidos se intensificara en proximidad a dichos lugares significa que, muy probablemente, supieron hacer uso de dicho recurso. El descubrimiento de animales muertos en un entorno termal y cocinados 'naturalmente', podrían haber incentivado que aquellos seres humanos iniciaran de manera intencionada su incursión en el mundo de la transformación de alimentos previamente a su consumo y que las primeras cocinas naturales hubieran sido ambientes termales.