Mundo funerario en el Paleolítico. El origen del luto

El puente entre la vida y la muerte, es decir, el proceso en el que se acompaña al fallecido en sus últimas horas en este mundo y en las primeras en el más allá, es una parte fundamental en las tradiciones mortuorias de todas las culturas humanas. Dichos rituales se interpretan como un acto de respeto tanto para el difunto como para aquellos que le amaban y siguen con vida, y son estos últimos quienes deben despedirse para mantener viva la conexión entre ellos y quien se ha ido.
Aunque son muy variables los comportamientos sociales y tecnológicos en torno a la muerte en las diferentes culturas, suelen estar muy orquestados y tienden a estar formalizados de alguna manera. Dado que existe una conexión fundamental entre los conceptos de "inmortalidad" y "conmemoración", estos y otros aspectos relacionados con el comportamiento mortuorio son estudiados por los arqueólogos.
Esto nos lleva a preguntarnos, ¿cuándo desarrollaron los primeros humanos la capacidad de llorar y conmemorar a sus seres queridos fallecidos? Las primeras sociedades de homínidos cooperaban en la búsqueda de alimentos y en la reproducción, pero el concepto de individuo como único en su valor social puede haber sido una invención posterior; en concreto, es necesario un fuerte concepto del yo para poder sentir empatía por otros individuos.
Esta práctica existe -al menos- desde el Paleolítico Medio, pero es a partir del Paleolítico Superior cuando comenzamos a encontrar adornos en ajuares funerarios formados por colmillos perforados de ciervo, cuentas de valvas marinas o restos de ocre alrededor de los huesos. Ha sido así en lugares como las cuevas de Grimaldi (Italia), donde apareció un raro gorro parecido a un bonete con 3000 conchas, y Cavillon (Francia) donde el esqueleto estaba cubierto con más de 200 conchas perforadas y 22 dientes de animales perforados alrededor del cuello, además de dos cuchillos de sílex y otro utensilio de asta de ciervo.
Como siempre, el debate surge entorno a los neandertales. Los estudios realizados con animales han demostrado que ciertas especies como los elefantes, los delfines, los chimpancés y, posiblemente, otros animales, no sólo se afligen por la muerte de sus seres cercanos o la muerte de un miembro querido, sino que también pueden llegar a pasar largos procesos de luto; debido a estos resultados, sería ilógico negar la capacidad religiosa y ritual por parte de otras especies de humanos que no sean el Homo Sapiens.
A pesar de las evidencias de 38 enterramientos neandertales entre Europa y Asia, se sigue cuestionando su carácter simbólico. Un enterramiento es sin duda un acto lleno de simbolismo de por sí, pero no todos incluyen un tratamiento del cuerpo o van acompañados de adornos como sí sucede en su mayoría en enterramientos de etapas posteriores. Se conocen enterramientos neandertales en Próximo Oriente, Ucrania, Rusia y Centro Europa (Francia, Bélgica y Alemania) y casi todos se agrupan en una horquilla de 70 - 50 ka BP. Sus contextos tienen un bajo nivel de simbolización, hasta el punto de que en muchos de ellos se ha dudado de su verdadera intención funeraria.

Existe un caso bastante controversial; el niño de Lagar Velho (Portugal). Se trata de un abrigo rocoso en el que se encontró un enterramiento con los restos completos de un infante de 4 años; este recibió un rito funerario bastante completo, ya que se excavó una fosa, se encendió un fuego - no se sabe si para limpiar el terreno o de forma ritual-, se envolvió al cuerpo con pieles y se ornamentó con ocre rojo. En cuanto a los adornos, se encontraron huesos de conejo, de ciervo, un collar con una concha y un tocado con dientes de ciervo agujereados y tintados también con ocre rojo. Los rasgos fisiológicos de este pequeño desvelaron que se trataba de un híbrido entre neandertal y hombre moderno, ya que poseía características de ambos tipos.
Aunque tanto su fisionomía como su cronología (24.000 años de antigüedad) descarten la autoría neandertal, aportan información muy importante sobre diversas cuestiones prehistóricas. Lo que está claro en torno a esta conclusión es que, en la época del contacto, estas dos poblaciones humanas de comportamiento y cognición equivalentes deben de haber intercambiado genes y cultura de forma muy significativa. Así lo sugieren estos hallazgos fósiles por una parte, y, por otra, la presencia de innovaciones propias de los neandertales (ornamentos personales hechos con dientes de animales) en el repertorio cultural de las primeras sociedades de humanos anatómicamente modernos de Europa.