Un hombre enterrado en Álava hace unos 3.300 años, primera víctima conocida de peste bubónica de la Península
En los últimos años parece que el tema de las grandes pandemias nos ha tocado de cerca y ha resurgido nuestro interés por saber cómo se hacía frente a ellas en el pasado, sin los grandes hospitales, los medicamentos o el avance científico con los que contamos hoy en día. Las pandemias han existido siempre, sin embargo, la facilidad de movimiento que tenemos hoy en día, hace que en cuestión de horas se propaguen por todo el mundo. Hace 3000 años las comunicaciones eran más lentas y la densidad de población era menor, lo que ayudaba a que la propagación fuese más paulatina. No obstante, como se ha podido comprobar la peste bubónica mató en la Edad Media a un tercio de la población europea y se movía por todo el continente.

Un reciente estudio llevado a cabo por investigadores del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Alemania) dirigidos por Aida Andrades Valtueña, ha examinado datos genéticos de muestras dentales de 252 individuos de quince yacimientos arqueológicos de Eurasia. De este modo, consiguieron reconstruir 17 genomas de Yersinia pestis de hace entre 5.000 y 2.500 años. El estudio también permitió confirmar que al menos durante 2.500 años coexistieron dos cepas de Yersinia pestis diferenciadas genéticamente. Una de ellas infectaba usando a la pulga como vector de transmisión, que es la que provocó las grandes pandemias del siglo XIV. La otra no empleaba esta forma de infección y desapareció hace unos 2.000 años.
La pandemia de peste bubónica es la peor que ha vivido la humanidad. El genoma de la bacteria causante de ella, Yersinia pestis, se ha encontrado en un individuo de finales de la Edad de Bronce enterrado en el dolmen de El Sotillo (Álava), lo que le convierte en el primer muerto por el patógeno de la Península Ibérica. Sin embargo, 500 años antes moría otro hombre con la enfermedad en la región de Samara, en Rusia. Como explica Iñigo Olalde de la Universidad del País Vasco, la presencia del patógeno revela la causa de muerte del individuo, ya que si se hubiese recuperado de la enfermedad, el patógeno no habría dejado rastro. Asimismo, asegura que aunque solo se haya encontrado el patógeno en este individuo, no quiere decir que el resto de individuos de la familia enterrados con él, no la sufrieran, ya que el ADN se degrada y es difícil encontrarlo.
En ambos individuos, tanto el de la península como el de la región de Samara en Rusia, se encontró la cepa que se transmitía a través de la pulga. Los investigadores aseguran que estaría por toda Europa, pero el registro arqueológico es parcial y no se ha podido encontrar. De hecho Olalde confirma que en la Edad de Bronce se han recuperado genomas de la otra cepa, pero no se sabe cómo se transmitía ni cuál era su reservorio.
Los investigadores creen que esta enfermedad se pudo
propagar por una mayor movilidad humana gracias a la intensificación del
pastoreo, con la propagación de carretas y carros tirados por bueyes y la
domesticación de caballos. No obstante, no se sabe cómo pudo afectar realmente
la peste en las poblaciones prehistóricas, pero se cree que la menor densidad
de población en la época ayudó a que no se produjesen grandes epidemias.