Arte Rupestre, un patrimonio mundial

Los seres humanos actuales (Homo sapiens sapiens) procedemos de unos grupos sociales que poblaron, más temprano o más tarde, cinco de los continentes. En su expansión y ocupación territorial, muchos de ellos usaron los medios de expresión gráficos ara dejar una parte de su cultura en las paredes de las rocas, tanto superficiales como subterráneas, por lo que podemos afirmar que el arte rupestre está presente en la práctica totalidad de territorios habitados en nuestro planeta.
En Europa, el Arte Rupestre Prehistórico conforma un magnífico patrimonio que incluye desde el arte de los cazadores-recolectores del Paleolítico (40.000 al 10.000 BP) hasta el arte de los primeros agricultores y pastores del Neolítico y metalúrgicos (10.000 al 4.000 BP).
Europa conserva más del 95% de todo el legado mundial y se conocen más de 360 yacimientos en cuevas o al aire libre que fueron pintados o grabados por los cazadores europeos y hasta diez mil yacimientos neolíticos con arte rupestre, lo que evidencia la importante explosión demográfica y territorial que vivió el continente tras su atemperamiento climático.
Cuarenta mil años de un patrimonio gráfico a pesar de los problemas físicos, biológicos, químicos, climáticos, atmosféricos y agresiones humanos directas e indirectas.
En las pinturas rupestres generalmente se usaban uno o dos colores, incluyendo algunos negros, rojos, amarillos y ocres, de origen vegetal, de fluidos y desechos corporales, compuestos minerales, los cuales mezclaban con un aglutinante orgánico (resina o grasa).
Los colores se untaban directamente con los dedos, aunque también se podía soplar la pintura sobre la roca con una caña hueca o escupir, y, a menudo las siluetas de animales se marcaban o raspaban para generar incisiones y así producir un contorno más realista en la roca.