Cuando investigamos restos óseos in situ, los podemos encontrar tanto bajo tierra como en superficie, siendo necesario un protocolo distinto para cada caso:
Protocolo a seguir para restos en superficie:
1. Delimitar la zona de actuación.
2. Acordonar al menos 10m entorno a los restos.
3. Prohibir el acceso a visitantes.
4. Registrar fotográficamente el área.
5. Retirar obstáculos que impidan la investigación.
6. Fotografiar la situación de los restos (+ vídeo con las fases de modificación del lugar).
7. Dibujar un esquema con la disposición espacial.
8. Cuadricular el área de actuación (punto cero).
9. Determinar la posición de objetos y restos.
10. Fotografiar cada una de las evidencias.
11. Inventariar objetos, huesos, huellas...
12. Recoger muestras del terreno.
13. Extraer restos humanos y restos materiales.
14. Finalmente: cribar el sedimento para evitar perder cualquier tipo de prueba.
Protocolo a seguir para restos enterrados:
Podemos inferir la existencia de restos enterrados a partir de modificaciones de la vegetación, consolidación del terreno, niveles estratigráficos, detectores de metales y fotografía aérea, entre otros.
¿Cómo podemos excavar una fosa?
1. Extrayendo sólo la tierra de la fosa, lo que facilita la toma de medidas y la descripción del enterramiento y mantenemos la forma original, pero dificulta mucho los movimientos e incluso el registro.
2. Excavando una zona más amplia entorno al enterramiento, lo que permite un mejor registro de la forma y dimensiones, además de facilitar la observación y excavación del mismo.
La excavación de enterramientos es complicada, pues no conocemos la forma y dimensiones, aunque en ocasiones pueden detectarse cambios de color, de textura o el contorno. Por ello es necesario un registro fotográfico durante toda la excavación y una descripción de todo lo que observemos.